De niñosNo es la primera vez que sale del país, pero si es un sueño hecho realidad. Seguramente Rubén Calambáz era de esos niños que salían corriendo a la calle cada vez que escuchaba el ruido de un avión y se quedaba mirándolo hasta que desaparecía en el cielo, pensando ¿A dónde ira?

Tal vez no se imaginó en ese momento que el podía estar allá arriba, con sus maletas en la bodega, en un vuelo de 11 horas hasta otro país, un país “al otro lado del charco” como dicen sus amigos, Austria.

Rubén es un joven indígena de 20 años que pertenece a la comunidad NASA de la vereda de San José, ubicada en la represa de la Salvajina, sobre el río Cauca, desde pequeño le gustaba la construcción pues veía cómo sus mayores levantaban las casas en su pueblo con bareheque, madera o ladrillo.

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Sin embargo, el destino lo llevó a alejarse de su comunidad cuando era un adolescente, viajó al departamento del Huila donde tuvo un trabajo como recolector de café, allí estuvo varios meses y luego, cansado de estar lejos de su familiar y de realizar un trabajo que no le satisfacía, decidió regresar.

A su regresó pensó en ir a Cali, allí habitaba su mamá en el corregimiento de Montebello, tenía la necesidad de conseguir un trabajo y buscar un sustento, por esos días escuchó en el CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca) que estaban buscando unos jóvenes que aprendieran a construir con guadua, el nunca se imaginó que con una guadua se pudiera construir una casa y mucho menos un colegio.

Casita de la PazFue así como llegó Rubén a los Talleres de las Aguas Montebello de la Fundación Escuela para la Vida, acompañado por otro joven de su comunidad llamado Wilson, ellos tenían una misión, aprender durante dos años a construir con guadua y luego regresar a su comunidad para mejorar las instalaciones físicas de la escuela, un objetivo bastante grande y soñador para unos jóvenes de 14 años.

Las dificultades de estar en otra ciudad y no tener recursos suficientes hicieron que Wilson no continuara en sus estudios. Sin embargo, Rubén sentía que tenía un compromiso, más que con la Escuela para la Vida, el compromiso era con su comunidad, el sabía que el conocimiento adquirido lo podía aportar con la idea de que los 50 niños que van a la escuela tuvieran mejores condiciones para estudiar.

IMG_7322Rubén vivió con su mamá durante el tiempo de estudio y buscaba trabajo los fines de semana para poder ayudar al sustento de la casa, primero trabajó como tapicero en un taller cerca a La Terminal de transportes y luego vendió helados en un carro que alquilaba, “ese trabajo me gustó más, yo era independiente, pagaba el alquiler del carro y lo del helado y lo que hacía era para mí” afirma. Así, de lunes a viernes estudiaba y los sábados, domingos y festivos trabajaba.

“En seis meses yo aprendí a manejar las máquinas y sabía muchas cosas de la construcción, me gustaba mucho y el profesor me decía que yo era bueno” cuenta Rubén, quién durante su proceso de formación tuvo la oportunidad de participar en las construcciones del Colegio de las Aguas, como “La casita de la Paz”, la sala gótica y el aula múltiple. También participó de la Quioloka en Santander de Quilichao, la restauración del Colegio Alemán en Cali, el puente del Lago Calima, la biblioteca Rumenigue Perea Padilla de Montebello y un quiosco para el Colegio de Felidia.

Se graduó en el año 2010 y luego tuvo un contrato como constructor con guadua con la Fundación Escuela para la Vida, trabajó inicialmente con el arquitecto Álvaro Daza en varios proyectos y luego cuando se consiguieron los recursos para construir la escuela en su tierra regresó a San José.

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La arquitecta Natalia Dulcey es la encargada de la obra y el la apoyaba junto a los diferentes equipos en la comunidad: tejas, cimentación, guadua, gestión de recursos y documentación. “Al principio fue muy difícil porque mis compañeros no sabían cómo construir, yo tuve que enseñarle a muchos y otros sabían de construcción pero no de guadua” cuenta Rubén con una nostálgica mirada.

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La obra se inició en mayo de 2013 y ya está por terminarse, se trata de una cubierta con la forma de una Mariposa de cuatro alas, que recoge el agua en su parte central, un diseño de Andrés Bäppler que Rubén, Natalia y la comunidad hicieron realidad. En este espacio estarán la cocina, la cafetería y un espacio de juegos para los niños de la escuela.

Durante estos 6 años, Rubén adquirió la experiencia y el conocimiento necesarios para ser un constructor con guadua altamente capacitado, por eso fue escogido para ser parte del equipo de trabajo de Escuela para la Vida que viajó a Austria para dictar un taller de construcción con Bambú en el marco del BASEhabitat International Summer School, un evento que se lleva a cabo del 14 al 28 de julio en la ciudad de Altmünster.

DSC03292Su primer viaje fuera del país fue a Panamá, este mismo año, donde estuvo por un mes construyendo unos quioscos con guadua. El pasado 11 de julio viajó primero a Frankfurt para visitar la sede la Schule Fürs Leben y luego a Austria. Lo despedimos en la oficina y unas horas más tarde, el abordaba su avión, con su maleta y un cuaderno en la mano en el que llevaba escritas algunas palabras en Alemán para ir repasando durante su largo viaje.

5 comentarios

  • Fabián muñoz says:

    Muy buena oportunidad…… Rubén que te vaya bien!!!!

  • yarime says:

    Felicidades!!! El esfuerzo y el buen trabajo siempre son recompensados!!!

  • mary jurado palomino says:

    Excelente un magnifico premio a la constancia y una muy buena oportunidad.Exitos.

    • Fundación Escuela para la Vida says:

      Así es Mary, nos complace muy que nuestros jóvenes estén viendo los resultados de su esfuerzo.

  • alexander rebolledo says:

    ruben sigue asi en la lucha estas en una fundacion muy importante y con muchas oportunidades Dios bendiga a todos los funcionarios y voluntarios de una escuela para la vida